La saliva tiene numerosas funciones: lubricar y limpiar la cavidad oral, ejercer acción antibacteriana, participar en la percepción de los sabores al disolver el material de los alimentos, iniciar la digestión por acción de la ptialina (amilasa salival) y de la lipasa salival, ayuda a la deglución al humedecer los alimentos y permitir la formación del bolo, y participar en el proceso de la coagulación y en la cicatrización de las heridas por lo factores de la coagulación y epidérmico del crecimiento que contiene.

Las células de los conductos estriados modifican a la saliva elaborada por las células acinares, que se llama saliva primaria. Estos conductos retiran los iones de sodio y cloruro de la saliva primaria y los sustituyen con iones de potasio y bicarbonato. Por lo tanto, la secreción cambiada se denomina saliva secundaria.

El componente secretorio requerido para transferir a la IgA desde el tejido conectivo hacia la luz del acino secretorio (o del conducto) se elabora en las células acinares y en las células ductuales. La IgA secretora establece complejos con los antígenos de la saliva, con lo que debilita los efectos dañinos de éstos. La saliva contiene también lactoferrina, lisozima e iones de tiocianato. La lactoferrina fija al hierro, elemento esencial para el metabolismo bacteriano; la lisozima desdobla a las cápsulas bacterianas y permite la entrada de iones de tiocianato, agente bactericida, hacia el interior de las bacterias.