IMPLANTACIÓN

Conforme el cigoto prosigue en su jornada a través del oviducto hacia el útero, experimenta numerosas divisiones mitóticas, y se convierte en un agregado esférico de células que se conoce como mórula (fig. 20-14e). Con las divisiones y las modificaciones subsecuentes la mórula se transforma en blastocisto, compuesto por una esfera hueca de células. La luz del blastocisto contiene un líquido y algunas células en uno de los polos. Las células periféricas se conocen como trofoblastos, en tanto que las células atrapadas entre el blastocisto son los embrioblastos. El blastocisto entra en la cavidad uterina 4 días después de la fecundación, y empieza a embeberse por sí mismo en la pared uterina, proceso que se conoce como implantación. Los trofoblastos del blastocisto estimulan la transformación de las células de estroma estrelladas del endometrio uterino en células deciduales de tinción pálida, cuyo glucógeno almacenado brinda probablemente nutrición al embrión en desarrollo.

Los embrioblastos están predestinados a convertirse en el embrión, en tanto que las células trofoblásticas originan la porción embrionaria de la placenta y el saco amniótico. Las células trofoblásticas proliferan con rapidez y forman un agregado interno de células individuales, mitóticamente activas y conocidas en conjunto como citotrofoblasto, y un sincitio externo más grueso de células que no experimentan mitosis y que se denominan sincitiotrofoblastos.

Los citotrofoblastos proliferan, y las nuevas células se unen a los sincitiotrofoblastos. Conforme los sincitiotrofoblastos aumentan de número, forman vacuolas que entran en coalescencia en grandes espacios laberínticos conocidos como lagunas. El crecimiento sostenido del sincitio produce erosión del endometrio. Este proceso permite la penetración profunda del blastocisto en la pared del endometrio, y hacia el decimoprimer día de la gestación el epitelio endometrial produce un sello sobre el sitio de implantación.