CAPILARES FENESTRADOS. Los capilares fenestrados tienen poros, o fenestras, en sus paredes de 60 a 80 nm de díametro que están cubiertos por un diafragma de poro. Estos capilares se encuentran en páncreas, intestino y glándulas endocrinas.

Los poros de los capilares fenestrados están cubiertos por un diafragma ultradelgado. Cuando se ven después del procesamiento mediante sombreado con platino y carbono, el diafragma manifiesta ocho fibrillas que salen a manera de rayos desde una zona central y forman conductos a manera de cuñas, cada uno con una abertura de cerca de 5.5 nanómetros.

Estos complejos de poro y diafragma están espaciados con regularidad con separaciones aproximadas de 50 nm, pero se encuentran en acúmulos; por tanto, la mayor parte de la pared endotelial del capilar fenestrado carece de fenestras (fig. 11-11e B). Una excepción son los poros endoteliales del glomérulo renal , que carecen de diafragmas.

CAPILARES SINUSOIDALES. Se llaman sinusoides los conductos vasculares de ciertos órganos del cuerpo, entre ellos médula ósea, hígado, bazo, órganos linfoides y algunas de las glándulas endocrinas. Se trata de acumulaciones de sangre o conductos irregulares que se ajustan a la forma de la estructura en la cual están localizados. La conformación peculiar del sinusoide depende de que adopte la forma entre los componentes epiteliales del órgano durante la organogénesis .

A causa de su localización, los capilares sinusoides tienen un díametro aumentado de 30 a 40 micrómetros (fig. 11-11e C). Contienen también muchas grandes fenestras que carecen de diafragmas. La pared endotelial puede ser continua, como sucede en la lámina basal, y permite el aumento del intercambio entre la sangre y los tejidos. Se encuentran revestidos por endotelio, pero en ciertos órganos éste es delgado y continuo (algunos órganos linfoides), en tanto que en otros puede tener áreas continuas mezcladas con zonas fenestradas (glándulas endocrinas). Aunque las células endoteliales carecen de vesículas pinocíticas, pueden encontrarse macrófagos en el exterior de la pared endotelial o a lo largo de la misma.

Regulación del flujo sanguíneo hacia el lecho capilar

ANASTOMOSIS ARTERIOVENOSAS. Las terminaciones de la mayor parte de las arterias terminan en lechos capilares, que descargan sangre hacia las vénulas para que vuelva por el lado venoso del aparato cardiovascular hacia el corazón. En muchas partes del cuerpo, sin embargo, la arteria simplemente se une con un conducto venoso, y forman una anastomosis arteriovenosas (AAV ). Las estructuras de los extremos arterial y venosos de las AAV son semejantes a los de una arteria y una vena, respectivamente, en tanto que el segmento intermedio cuenta con túnica media engrosada, y su capa subendotelial está compuesta por células poligonales pesadas, son células del músculo liso modificadas, distribuidas en sentido longitudinal.

Cuando se cierran las anastomosis arteriovenosas, la sangre pasa por el lecho capilar, pero cuando estas derivaciones están abiertas gran cantidad de sangre evita al lecho capilar y fluye a través de estas anastomosis. Es importante observar que estas anastomosis tienen utilidad para la termorregulación y abundan en la piel. Los segmentos intermedios de las AAV están ricamente inervados por nervios adrenérgicos y colinérgicos. Aunque la mayor parte de los nervios periféricos se encuentran bajo cierto control de los estímulos ambientales locales, los de las AAV se encuentran bajo el control de sistema termoregulador del encéfalo.

GLOMOS. Los lechos ungueales y las puntas de los dedos de las manos y de los pies se encuentran vascularizados por glomos. El glomo es un pequeño órgano que recibe una arteriola desprovista de lámina elástica y que adquiere una capa de células musculares lisas ricamente inervada, que rodea a la luz vascular, y que controla de esta manera el flujo sanguíneo hacia la región antes de vaciarse en un plexo venoso. No ha podido dilucidarse del todo la función del complejo de los glomos.